miércoles, 10 de noviembre de 2010

La Revolución bolivariana espera por su rescate o la muerte


 La revolución Bolivariana descansa, al arribar a sus once años,  sobre una peligrosa y deslizante  apatía popular  que  se extiende a todos los sectores, en particular  los más necesitados, masas populares estas que en el pasado corrían entusiastas al encuentro  de un fresco proyecto político hoy con síntomas de desgaste.


 Ese sentimiento va tomando formas peligrosas, formas que flirtean con convertirse en indiferencia y resentimiento ante las esperanzas frustradas de un amplio sector de la población. La sombra de la amargura desmotivadora  y desmovilizante  se va alojando sinuosamente en el ánimo  del común,  ante la miope o casi ciega mirada de aquellos que irresponsablemente se han erigidos como dirigentes o conductores de  un proceso que los arropa y les queda demasiado grande; imposibilitados en su arrogancia de descifrar los códigos del común, persisten en su recorrido hacia el abismo.


En vez del desmontaje del monstruoso e ineficiente  tejido institucional, burocrático y corrupto, lo que se desintegra y desmorona ante nuestros ojos es la confianza y el empuje de un pueblo que en pasado dio su apoyo irrestricto a un naciente  proceso revolucionario.  Hay cansancio, desgaste y apatía en los de   abajo. En el juego  pueblo versus instituciones la cuenta va  Instituciones 10 pueblo cero.


Una muestra de la necesidad de una terapia intensiva de oxigeno para la revolución la podemos encontrar en los diversos movimientos sociales y su desenvolvimiento dentro del proceso.


La mayoría de las organizaciones  sociales contestatarias, movimientos  populares,  otrora  válvula de escape  de los resentimientos históricos acumulados por las desigualdades  se han convertido  en “discapacitados  sociales” ante un estado reductor,  que los ha liquidado en su accionar libertario y  rebelde con  prebendas institucionales, que los amarra e inmoviliza a través del  brebaje acondicionador  del financiamiento estatal y por esto se han transformado en cómplices silenciosos del desgaste del ideal revolucionario”


Algo similar pasa con el pueblo desmovilizado. Ante el  desgastado discurso político  oficial aunado a la falta de respuesta a innumerables problemas que aun aquejan a nuestra desigual sociedad, sumada a la infranqueable  indiferencia institucional para dar respuesta y la eficaz manipulación mediática,  el común  tiende a atrincherase  en un distanciamiento político, como el que se observaba  en los anteriores gobiernos de derecha donde la consigna popular parecía ser: “no me interesa la política.” Esto suma  o resta a la hora de expresarse a través del voto.


Tenemos una “revolución engatillada” y atrapada dentro de un discurso agotado, estatal, que ya no llega al común, con instituciones erigidas altaneramente y con una misión: cachetear y despreciar al pueblo,  mientras la derecha avanza cabalgando sobre los errores, contradicciones y desaciertos del proceso y encima de los lomos de los medios de comunicación enemigos y del tutelaje de poderes externos que le allanan el camino hacia el poder y rumbo al eminente choque de trenes en las elecciones del 2012.


Ávida de la frescura de un levantamiento popular general, que oxigene y reoriente el rumbo, un movimiento de bandera libertaria y contestataria y desligado del tutelaje estatal,  la Revolución bolivariana espera por  su rescate o la muerte 


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